viernes, 6 de septiembre de 2013

Finnick y Annie en el distrito 4

  


Los años pasaba rápidamente, Finnick era libre hasta cumplir los dieciséis. Ya no tenía que ir al colegio y los problemas económicos de su padre habían desaparecido. Vivía en una de las cómodas casas de los vencedores. Se pasaba los días paseando por la playa, pescando o ayudando a sus mejores amigos a entrenar como profesionales. Ethan y Sophie estaban obligados a entrenar por sus padres. Pero desde que su amigo ganó todo era diferente, antes comentaban y se reían de los extraños ciudadanos del Capitolio, pero ahora Finnick no podía hablar de la misma forma, ya que era controlado. 

Solo una persona no había cambiado, Annie. Todos los días después de que ella acabara las clases quedaban en la orilla del mar o en el faro. Podían pasarse horas hablando, haciendo redes o dando largos paseos. Su amistad fue creciendo y él no podía pasar una sola semana sin escuchar su dulce voz, que le hacia olvidar todos sus problemas. 

De vez en cuando en algún mal día de invierno cuando Annie y su madre no tenían nada de comer, Finnick  les daba dinero o  incluso compraba el mejor pescado o la tarta mas cara de la pastelería. Jamás olvidaba la cara de su amiga cuando recibía aquellos lujosos regalos y se lo agradecía con  los ojos brillantes de emoción. Él le enseñaba algunas técnicas de lucha, hasta que al final era capaz de lanzar lejos las pequeñas lanzas o cuchillos. Pero los peores épocas eran cuando se celebraban los Juegos y a Finnick le tocaba hacer de mentor para después ver como morían sus tributos. Ademas siempre se asustaba pensando en la posibilidad de que Annie saliese elegida en la cosecha.

La semana anterior a su dieciséis cumpleaños, él le confeso todo lo que Snow le había dicho.

-Finnick... No lo comprendo. ¿No es suficiente con que hagas de mentor?-

-Al parecer para el presidente no. La ultima vez que hablamos, me contó que debía hacer lo que ellos me dijeran. Ellos serán mis amantes y yo su esclavo.- le explico él.

-¿As intentado llegar a otro acuerdo? Tal vez si no les gustases, ellos ya no te querrían.- 

-Lo he estado pensando estos años, pero mañana debo ir al Capitolio.-

-Entonces comentaselo mañana,  tal vez consigas hacer cambiar de idea a Snow.- le dijo ella cogiéndolo de la  mano. 

Y así hizo, pero sin demasiada suerte.



1 comentario:

  1. oiiins pobre finnick :( Me encanta la historia, por cierto te he nominado a un premio :D
    http://thg-unaprofesionaldiferente.blogspot.com.es/2013/09/blogs-encadenados.html
    pasaté :)

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