Capítulo 3- Segunda clase.- Finnick

                               Capítulo 3- Segunda clase

             

 -¡No me lo puedo creer!- replica Sophie.- ¿En que estabas pensando cuando le dijiste eso a papá, Ethan?

-No paraba de gritarme y de insultarnos. Dijo que te iba a pegar.-responde Ethan. Suelta un grito cuando su hermana le seca el arañazo de la barbilla. Llevo desde por la mañana sentado en aquella roca escuchando a mi amigo contar como su padre le había pegado. Él había intentado defenderse. No era la primera vez que el padre de mis dos mejores amigos acababa pegando a sus hijos. Muchas veces veía los moratones en la casa de Sophie o los arañazos de Ethan. Sufrían, tenían que entrenarse como profesionales por obligación.

-Sabéis que siempre que queráis podéis quedaros en mi casa. No creo que mi padre se de cuenta con lo borracho que esta.- les digo con sarcasmo. Ethan sonríe mientras su hermana pone una mueca.

Puedo ver las cicatrizes de sus heridas en los trajes de la academia de profesionales que llevan. Y todo gracias a los Juegos, el Capitolio, si no fuese por ellos todos seríamos libres. 

-¿Vas a ir esta noche a las Hogueras, Finnick?- me pregunta Sophie. Las Hogueras son las fiestas mas importantes de nuestro distrito, indican la llegada del verano. Es entonces cuando los pescadores tienen mas trabajo, muchas familias dejan de pasar hambre y se celebra días antes de los Juegos. 

- Tal vez. ¿Y vosotros?- 

-No creo, con el lío en el que se ha metido Ethan, lo dudo mucho.-

- Sophie, si sigues apretándome tanto la herida, vas a conseguir que me desangre.- replica. Su hermana se aparta preocupada y se sienta a mi lado en una roca. Vuelvo la cabeza en dirección al océano. El agua, límpida, brilla con mil matices que van del azul turquesa al ultramar. Tan solo unas pocas olas, armónicas y regulares agitan el mar. El sol comienza a salir, así que me despido de mis amigos y voy a casa.

Cuando llego me encuentro a mi padre en la cocina. Esta sentado con una botella llena de líquido anaranjado, licor.

-Buenos días hijo.- me saluda sonriendo.

Yo no respondo. Arrugo la nariz de inmediato ante el olor. Con el paso de los años, la peste a alcohol, ropa sin lavar y pescado podrido se ha mezclado hasta formar un hedor que espanta a cualquiera de mi padre. Abro la ventana y tomo grandes vocanadas de aire. Echo unas especias de algas en la oxidada tetera, lo suficiente para asegurarme de que el té resulte bueno. Voy recogiendo las botellas y trozos de cristal. De vez en cuando limpio el polvo de las viejas estanterías y recojo la suciedad del suelo, aun así nuestra casa no resulta muy acogedora con ese olor a abandonado.

Mi padre se toma la taza de té que le he preparado rápidamente.

-Muchas gracias.- responde agradecido.

-¿Practicaste ayer con mi tridente?-pregunta.

-Si. Aunque aun no he conseguido pescar nada mas que algas.- explico resignado.

-Paciencia. La pesca es muy parecida a la vida, Fin. Las mejores cosas son por las que vale la pena esperar.- suspiro al pensar si mi padre dice eso realmente o es debido a lo borracho que esta.

-Cada movimiento que haces, envía señales a todo lo que tienes a tu alrededor. Expone no solo tu posición si no también tus intenciones.-

-¿Entonces que debo hacer? ¿Dejar de respirar?-le digo bromeando.

-Una mente en calma es la mejor trampa posible.-dice en tono serio. Cuando mi padre no esta borracho, parece un hombre sabio. A veces me planteo como fue antes de la muerte de mi madre. Solo se que mis padres eran profesionales y lo dejaron todo por mi.

Miro la hora en el reloj agrietado de la pared. Es tarde, así que decido ir a la playa. Avanzo a través de un pequeño bosque. Los árboles se disipan a medida que una cordillera se alza encima de mi. Pestañeo al ver las hileras de casa grises o blancas desordenadas que forman el distrito cuatro. A lo lejos distingo sobre la arena una pequeña mancha.

El resto de la mañana lo paso haciendo nudos, formando pequeñas redes. Acabo invitando a Annie a ir conmigo a las Hogueras. Cualquier distracción es buena antes de los Juegos.